lunes, 16 de junio de 2014

La aportación de las mujeres al enriquecimiento del mundo. Por María Luisa Maillard. Parte II

( continuación )




Vamos ahora a reproducir, basándonos en los puntos en común entre estas dos fantásticas mujeres, algunos fragmentos de un diálogo ficticio, extraído de un pequeño acto teatral, que escribí hace algún tiempo.

Rita Levi: (levanta los ojos del microscopio) y reflexiona en voz alta.
Felizmente el mundo ha cambiado. Cuando yo era niña no se admitía la inteligencia femenina, y se dejaba a la mujer en la sombra, cuando muchos hallazgos científicos atribuidos a los hombres los hicieron sus hermanas, esposas e hijas; pero hoy, hay ya más mujeres que hombres en la investigación científica. No hay por ello que olvidar el pasado para no repetir sus errores. ¡Somos las herederas de Hipatia de Alejandría y aún nos queda mucho por Hacer! En África, ese gran continente olvidado, las mujeres no tienen el bien de la educación y el conocimiento, y en muchos lugares sufren la violencia del varón.

Habla una niña africana
Soy una adolescente de 12 años y vivo en Camerún. En invierno mi madre se afana buscando leña. En verano mi madre se afana por el agua. Todo el año se afana por el arroz. El nombre de mi madre es afán.

Entra en escena María Zambrano
Yo no he dedicado mi vida a la ciencia, como tú Rita,  sino a la filosofía, y sería largo de explicar por qué los hombres  han negado, y niegan aún en muchos puntos del planeta, el ser a la mujer. Durante siglos las mujeres en Occidente han vagado en los linderos de lo humano sin lograr un ser propio. Sólo en su dependencia al varón la mujer lograba ser y sentido; pero los hombres han estado equivocados. El pensamiento no tiene género y, si lo tiene, es neutro, por más allá y no por más acá de la diferencia entre hombre y mujer. Así lo siento yo de forma espontánea. Nunca he sentido que el pensamiento fuera masculino. Yo no he podido hacer otra cosa en mi vida que tener la paciencia sin límites de vivir pensando; aunque reconozco que me he quedado a mitad de camino, he ido hasta donde he podido llegar. El pensamiento ha de ser humilde, aceptando, eso sí, la verdad, nos lleve donde nos lleve.

Rita Levi.
Yo también he hecho lo que he podido. No he dejado de investigar el cerebro, esa galaxia fascinante, a lo largo de toda mi vida. Mira, María, acércate a este microscopio. ¿No ves la galaxia? ¿Esos miles de de millones de células, agrupadas en poblaciones diferentes y encerradas en redes aparentemente confusas? ¡Falta tanto por conocer! ¿Sabes María? El hecho de que esta actividad imperfecta, que ha ocupado mi vida, haya sido y siga siendo para mí fuente inagotable de placer, me hace pensar que la imperfección está más acorde con la naturaleza humana que la perfección. Pero no es sólo una apreciación personal, la ciencia lo refrenda. El cerebro del mosquito no ha evolucionado en 2000 años porque se encuentra perfectamente adecuado a su medio; no así el cerebro del hombre, cuya imperfección inicial lo ha hecho evolucionar.

Zambrano. 
Tienes razón, Rita, mucha razón. La perfección humana, convertiría al hombre en un animal, despojado de libertad y de esperanza; pero creo que no hay que olvidar que el ideal de perfección se encuentra en el corazón del hombre, es, no sé, como una especie de avidez que a veces nos consume, un anhelo que es como la respiración del alma. ¿No crees que hay que saber tratar con esa avidez que se presenta como un vacío? Yo creo que ese vacío es metafísico, y que si pretendemos llenarlo en la realidad, forzándola para que se ajuste a nuestra idea de perfección, aparece la utopía, el absolutismo y con él, el  ídolo, esa máscara vacía que siempre necesita víctimas.

Rita 
¡El ídolo y sus víctimas! Esa ha sido nuestra historia más reciente. Los que hemos vivido la guerra tenemos aún ante nuestros ojos la imagen de las filas interminables de las juventudes hitlerianas dispuestas al sacrificio propio y al sacrificio de los otros por seguir ciegamente a un líder. ¡Escucha María! ¿No oyes las pisadas? ¿Ese rugido atronador? ¡Es la guerra que vuelve!

Zambrano. 
¡Cálmate Rita! Sí, eran sonidos de guerra; pero no la nuestra, la que nosotros vivimos. Es otra de las muchas guerras que, aún hoy, asolan el planeta.


Rita. 
Todas las guerras son una sola guerra, María.

Zambrano.
Sí, tienes razón, Rita, todas las guerras son una sola guerra. Yo nunca he dejado de pensar en la guerra, en la existencia cierta de una historia sacrificial en Occidente, en el mundo entero, diría. Nunca he dejado de pensar en ese momento en que el corazón del hombre se cierra como una montaña y surge el deseo de matar.

Rita. 
Yo tampoco he podido dejar de pensar en el fanatismo. Los científicos no tenemos el monopolio de la sabiduría; pero estamos obligados a pensar moralmente. ¡Distinguir entre el bien y el mal es el más alto grado de la evolución darwiniana.

Zambrano 
Pero para eso, Rita, hay que tener una idea del hombre

Rita 
Tienes razón, María. Yo creo que he comprendido algo a través de mi estudio del cerebro. Su zona izquierda, donde residen las capacidades emotivas está mucho menos desarrollada que la zona derecha, donde residen nuestras capacidades racionales. Pienso que es precisamente en esa zona poco desarrollada donde nacen el fanatismo y la guerra, porque aún conserva la agresividad del hombre primitivo guiado por un feroz instinto de supervivencia.

Zambrano 
¡Qué interesante¡ Rita, pero ¿no piensas que quizá ha contribuido a ese escaso desarrollo de la zona izquierda de nuestro cerebro, el hecho de que el pensamiento occidental se haya olvidado de desarrollar un saber sobre el alma, capaz de lograr un orden en nuestro interior?

Rita 
Yo creo que es el pensamiento racional el que nos puede salvar del fanatismo. Somos el homo sapiens y debemos utilizar nuestro desarrollo racional para buscar la fraternidad entre los hombres.

Zambrano 
Estoy de acuerdo; pero creo que tiene que ser una razón que tenga en cuenta el sentir. Aparte de por el camino de la ciencia, el hombre tiene capacidad para captar al realidad a través de vislumbres e intuiciones. Tú acabas de decir que nuestra naturaleza es imperfecta, en lo que estoy de acuerdo, pero la mejor forma de asumir nuestra imperfección es mediante esos saberes del alma que son la humildad, la esperanza y la capacidad de aceptar lo diferente a nosotros. Eso siempre lo ha sabido hacer la poesía. La poesía siempre ha sido vivir según la carne.

Habla la poesía 
Qué cansados los hombres de seguir siendo hombres!, de mirarse en espejos
de saberse esqueletos, de esperar a ser muertos,
de temerse deformes,
de matar y engendrar,
¡Qué cansados los hombres de ser hombres!
¡Qué cansado está todo de ser nada!
De soñar con ser algo y no ser nada.
¡Qué cansado está todo de ser lodo!
¡Qué cansado está todo!
Y qué ansias de alba tiene el polvo,
Qué ansias de ser alba,
Qué ardores de ser oro tiene todo. (Alfonsa de la Torre)


Rita 
¿Cómo el hombre, pudiendo crear cosas bellas se arroja en brazos de la destrucción?

Zambrano 
Es un momento de oscuridad. La palabra ya no es viviente. La historia se ha convertido en un lugar indiferente donde cualquier acontecimiento puede tener la misma vigencia de un Dios absoluto que no admite la más mínima discusión.

Rita 
Pero no hay que perder la esperanza. Hay que luchar. Mi cerebro tiene más de un siglo, pero no conoce la senilidad. El cuerpo se me arruga, ¡es inevitable!, pero no el cerebro. Aunque mueran neuronas, las restantes se reorganizan para mantener las mismas funciones, ¡pero para ello conviene estimularlas. Si mantenemos nuestro cerebro activo, si nos ocupamos de problemas universales y no sólo de nosotros mismos, nunca se degenerará. La clave es mantener curiosidades, empeños, pasiones, acciones altruistas y no olvidar que el mayor grado de la evolución arwiniana es saber distinguir el bien del mal. 

FIN

María Luisa Maillard 
Presidenta de AMMU

Biografías editadas por Eila Ediciones

Coordinación  Julia Gómez Prieto. AMUBERRIAK 

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