miércoles, 17 de agosto de 2011

Algunas novedades sobre la “antigua” lengua vasca





XABIER KINTANA URTIAGA
Miembro de Honor de la  Academia de la Lengua Vasca  desde  marzo de 2009. Conocido escritor en euskera, ha trabajado en una prolífica obra que va desde la poesía al ensayo, pasando por la narrativa y las biografías es asimismo muy importante su gran labor de traductor. Ex - profesor de Lengua y Literatura Vasca de la UPV/EHU, en la actualidad es Secretario de Euskaltzaindia.

Resumen de la exposición realizada por Xabier Kintana Urtiaga el día 30 de mayo, a las 19 horas  en el salón de conferencias de la Asociación de Licenciados de Bizkaia ante la audiencia de AMUB.

            Tras saludar a los presentes y agradecerles su asistencia, Xabier Kintana Urtiaga,  comenzó recordando que la larga marginación sufrida por la lengua vasca ha hecho que muchas personas arrastren un gran déficit en cuanto al conocimiento e información sobre una de las lenguas oficiales del País Vasco: el euskera.

Mientras que en otras materias la escuela nos ha proporcionado unos contenidos culturales valiosos, la lengua vasca ha sido sistemáticamente ignorada en los programas educativos hasta 1980. Por otro lado, los esfuerzos de algunos vasquistas en rebatir el desdén y desprecio de algunas personas hacia el idioma, han servido a veces para difundir unas informaciones erróneas, repitiendo apologías ya desfasadas y sin el refrendo de la investigación moderna.

Entre las ideas más extendidas, se encuentra la tantas veces citada antigüedad milenaria del idioma, que algunos pretenden llevar hasta la edad de piedra, como si la lengua vasca actual fuese igual a la hablada hace 15 o 20 mil años. Al mismo engaño nos pueden llevar los nombres de lenguas como la china, persa o griega, ya que se utilizan tanto para nombrar a las lenguas habladas en nuestros días,  como a sus formas antiguas de hace 4000 años.

Esa falacia no se produce cuando la lengua actual (francés, castellano, catalán...) y su forma antigua, hablada hace varios milenios (latín), difieren, no solo en su forma, sino también en su propio nombre. Así,  está claro para todos que el castellano yo tengo un hijo y el latín ego unum filium habeo presentan un aspecto fonético muy diferente en el tiempo, a pesar de que la una y la otra son simples etapas distintas de un mismo idioma, como la fotografía de un adulto y el retrato de su primera comunión en la infancia se refieren a una misma persona, que con el tiempo ha ido creciendo y desarrollándose.

De igual modo, el griego clásico del tiempo de Pericles ha ido transformándose en el griego hablado actual, en  el que el nombre de la capital de Grecia de aquel tiempo, Athenai, se ha convertido en lo que hoy, a pesar de utilizar la misma grafía, se llama Azini. Resumiendo: existe tanta diferencia entre el griego clásico y el griego de nuestros días como entre el latín y el italiano o el español contemporáneos.

También el vasco, como cualquier otra lengua del mundo, ha ido evolucionando. La comparación entre las variantes dialectales de nuestros días nos ayuda a reconstruir la forma del vasco antiguo, del llamado protovasco o aitzineuskara. Así, las formas actuales ardao, ardo, arno ‘vino’ y sus derivados ardantza ‘viña’ y ardandegi ‘bodega’, hacen que podamos llegar a la forma anterior *ardano, de la cual proceden todas las demás. Gracias a esa reconstrucción interna, podemos inferir que una frase como la actual  nik seme bat dut ‘ yo tengo un hijo’, debió ser hace dos mil años algo como *niga senbe *bede *daduda,  de la que derivaría la forma moderna, por una evolución perfectamente explicable por medio de unas leyes fonéticas bien conocidas.

Las lenguas evolucionan continuamente y, por tanto, todas poseen, en cualquier periodo de su historia, una forma anterior, de la cual proceden. Por ello, todo idioma hablado hoy tiene necesariamente un pasado tan antiguo como cualquier otro, sin que pueda existir una más antigua que otra. Eso no quita que, en un marco geográfico concreto, un idioma pueda tener un arraigo mayor que otro en ese determinado lugar. Por esa razón, aún poseyendo todas las lenguas un pasado indefinido, que llegaría hasta los primeros hablantes de la humanidad, unas pueden llevar hablándose en un territorio mayor tiempo que otras, implantadas allí con posterioridad. Así está claro que las lenguas americanas indígenas (nawatl, maya, kichwa, aymara...)  se hablaban en América muchos siglos antes de la llegada a ese continente, a partir de siglo XVI, de los idiomas de los colonizadores europeos (castellano, portugués, inglés, etc.) y, que, por ello, las lenguas amerindias indígenas son allí mucho más antiguas. Por esa misma razón, en el País Vasco, la lengua vasca se lleva hablando mucho más tiempo que el resto de las lenguas latinas o indoeuropeas posteriores. Unas y otra, sólo en eso son más antiguas, no en su estructura o capacidad.

Por último, el conferenciante explicó que todos los idiomas van evolucionando de acuerdo al desarrollo cultural que va adquiriendo la sociedad que las habla, y que las lenguas de cultura actual han ido pasando por distintas etapas evolutivas, variando desde ser el instrumento de expresión de colectivos humanos de recolectores, cazadores, agricultores y mercaderes, hasta llegar a las actuales sociedades industriales y tecnológicas. La adquisición de nuevo léxico se efectúa en toda lengua tanto por los préstamos recibidos de otros idiomas como por el desarrollo de neologismos basados en la composición y en la derivación de sus raíces o palabras.

 Esa transformación se ha dado tanto en las lenguas de tipología flexiva [lenguas indoeuropeas (griego, español, inglés, ruso, iraní...) y semíticas (árabe, hebreo...)], como en las aglutinantes (vasco, georgiano, húngaro, finlandés, turco, japonés, kichwa, nawatl...), así como en las monosilábicas (chino, vietnamita...), sin que pueda hablarse de idiomas más capaces que otros a la hora de crear y transmitir el pensamiento y la cultura

Tras su exposición, X. Kintana respondió a las cuestiones que le plantearon los asistentes.



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