Aquí tenemos la tercera entrada sobre epidemias que
nos manda nuestra Julia Gómez, profesora emérita de
Deusto.
EPIDEMIAS : LA LIMPIEZA PUBLICA (3)
Aun cuando ya desde el s. XVIII
comienza a notarse una seria preocupación por el tema de la
Limpieza Pública, la medicina
preventiva no llegaría
a verse con claridad hasta bien entrado el s.
XIX. Mientras
tanto, las medidas
de higiene fueron
constantes, pero descoordinadas.
Posiblemente, el poder ejecutivo de estas medidas
fuese a menudo dudoso, puesto que, al igual que en otras cuestiones, los bandos municipales se suceden con una cotidianeidad tan aplastante que induce a pensar en un escaso interés de la población por cumplirlos.
Los elementos
mejor atendidos por la limpieza
ciudadana fueron sin duda las calles, aceras y cantones, conjuntamente con los ríos y arroyos.
Cada vecino debía limpiar dos veces por semana
su terreno de calle circundante, así como las chimeneas de su casa, a fin de evitar incendios por exceso de hollines. Así se advertía en el año 1739.
Contra los incendios
precisamente se desarrolló todo un sistema
rudimentario, pero efectivo, de prevención, en base a tres puntos concretos:
.- que se procurase no pasear
de noche para no tener que portar
antorchas
.- poner guardias especiales deambulantes
durante las noches de fuerte viento,
.- en cuanto se apercibiesen del inicio de un fuego, debían tocar las campanas
a rebato.
Sin embargo, a finales del s. XVIII,
la higiene urbana seguiría
siendo una utopía. En 1779 se llevaban
ocho años sin limpiar las rondas o callejas de aguas
vertientes, con lo que el peligro
de infección se hacía latente
ante los calores del verano
: Arrojar aguas
y basuras desde las ventanas fue objeto de multas en todos los Decretos de Buen Gobierno.
Así ya en el año de 1673, se decía
explícitamente «Que ninguna persona sea osada de vaciar aguas ni inmundicias
ni orinales por las ventanas,
ni otras cosas, sino que los vacíen por los conductos>>
Al parecer no se hacía demasiado caso.
El Ayuntamiento, procedía a
barrer y asear la villa cada vez que había procesiones, y puesto que el número de éstas era numeroso
cada año, la limpieza de la villa estaba asegurada; poniéndose especial cuidado
en mantener la higiene en el mercado,
la carnicería y la propia Casa Consistorial.
Balmaseda en 1846. Litografia de Juan Eustaquio
Delmas
“ Iglesia de San
Severino y ruinas del Castillo de Balmaseda
Pese a todas estas medidas, a veces, la deficiente construcción de los propios edificios favorecía la presencia
de roedores. En el año Decreto del año 1684 ya se advertía que «El matadero padece
ruina y por allí entran
los ratones y sabandijas que maltratan la carne>>; mandan que se repare
rápido. La abundancia de estos animales hizo que los cerdos, como ganado doméstico, fuesen mal visto en Balmaseda. La relación rata
– triquinosis – cerdos era un coadyuvante fundamental de esta enfermedad, así como de la rabia, por lo que las Ordenanzas de la villa prohibían expresamente la posesión de cerdos.
Por su parte, los ríos y arroyos eran especialmente vigilados a fin de evitar
la posible contaminación de sus aguas, ya que éstas eran utilizadas
por los vecinos.
La villa tomaba el abasto de agua
del arroyo Abedular y del río Kadagua,
a la altura del convento; por ello, se reglamentó la zona del río, tanto para las lavanderas como para los curtidores y zapateros, que lavaban y desecaban
los cueros.
Tras la Guerra de la Independencia, hacia los años 1820, el sentido de limpieza pública y de higiene daría un gran giro. Se diría que comienza a practicarse una especie de medicina preventiva. Era una previsión
planificada desde y por el municipio, que se iría concretando en medidas diversas,
según las circunstancias de cada época.
Comenzó este nuevo enfoque con unas pautas dictadas en 1819 por la recién creada Junta de Sanidad sobre cerdos, aguas fecales, solares
abandonados, vertederos de basura, etc., señalando además la absoluta
necesidad de que los enterramientos se realizasen fuera de las iglesias, para evitar olores
e infecciones. Pero, la
construcción del nuevo Cementerio no se realizó hasta el año 1850.
Cada vez que había
una epidemia, se montaba un cordón sanitario
en el que prestaban
servicio varios vecinos
de la villa y se declaraba Cuarentena en la misma. Estas medidas quedaban trastocadas en épocas de guerra, en las que, debido a la forzada situación
y a la movilidad general,
la prevención era vana y acababa produciéndose el contagio.
Entre 1880 y 1890, las medidas se harían más estrictas, quedando
plasmadas en puntos tan concretos como la inspección de la carne del matadero
por medio de un microscopio y un laboratorio químico que analizara
los artículos de abacería, así como los licores, la
creación de un servicio de Barrenderos Municipales, que serían al tiempo basureros; la organización del Hospital como lugar de reconocimiento de epidemias y la compra de cantidades de cloruro de cal como desinfectante preventivo . Todos estos
acuerdos se tomaron
entre
1883
y 1890. Así mismo, el cuerpo de Bomberos era
el encargado de regar las calles.
Cabe citar que se hizo obligatorio que las casas tuviesen
un pozo negro que diera al caño central y se recomendaba la máxima limpieza a
diario en el excusado
ó wáter , al tiempo que se analizaban las aguas de los manantiales de la villa, así como las de todas las fuentes públicas
existentes en el municipio. FIN