lunes, 27 de abril de 2020

  Aquí tenemos la tercera entrada sobre epidemias que 

nos manda nuestra Julia Gómez, profesora emérita de

 

Deusto.




EPIDEMIAS :  LA LIMPIEZA PUBLICA  (3)



Aun  cuando  ya  desde  el  s.  XVIII  comienza  a  notarse una  seria  preocupación por el tema de la Limpieza Pública, la medicina preventiva no llegaría a verse con claridad hasta bien entrado el s.  XIX. Mientras tanto, las medidas de higiene fueron constantes, pero descoordinadas.
Posiblemente, el poder ejecutivo de estas medidas fuese a menudo dudoso, puesto que, al igual que en otras cuestiones, los bandos municipales se suceden con una cotidianeidad tan aplastante que induce a pensar en un escaso interés de la población por cumplirlos.

Los elementos mejor atendidos por la limpieza ciudadana fueron sin duda las calles, aceras y cantones, conjuntamente con los ríos y arroyos. Cada vecino debía limpiar dos veces por semana su terreno de calle circundante, así como las chimeneas de su casa, a fin de evitar incendios por exceso de hollines. Así se advertía en el año 1739.

Contra los incendios precisamente se desarrolló todo un sistema rudimentario, pero efectivo, de prevención, en base a tres puntos concretos:

.- que se procurase no pasear  de noche para no tener que portar antorchas
.-  poner guardias especiales deambulantes durante las noches de fuerte viento,
.-  en cuanto se apercibiesen del inicio de un fuego, debían tocar las campanas a rebato.

Sin embargo, a finales del s. XVIII, la higiene urbana seguiría siendo una utopía. En 1779 se llevaban ocho años sin limpiar las rondas o callejas de aguas vertientes, con lo que el peligro de infección se hacía latente ante los calores del verano : Arrojar  aguas y basuras desde las ventanas  fue objeto de multas en todos los  Decretos  de Buen Gobierno. Así  ya en el año de 1673, se decía explícitamente  «Que ninguna  persona sea osada de vaciar aguas ni inmundicias ni orinales  por las ventanas,  ni otras  cosas,  sino que los vacíen por  los conductos>> 
Al parecer no se hacía  demasiado caso.  

El Ayuntamiento, procedía a barrer y asear la villa cada vez que había procesiones,  y puesto que el número de éstas era numeroso cada año, la limpieza de la villa estaba asegurada;  poniéndose  especial cuidado en mantener la higiene en el mercado, la carnicería y la propia Casa Consistorial.





Balmaseda en 1846. Litografia de Juan Eustaquio Delmas
“ Iglesia de San  Severino y ruinas del Castillo de Balmaseda

Pese a todas estas medidas, a veces, la deficiente construcción de los propios edificios favorecía la presencia de roedores. En el año Decreto del año 1684 ya se advertía que   «El matadero  padece ruina y  por allí entran  los ratones  y sabandijas  que maltratan  la carne>>;  mandan  que se repare  rápido. La abundancia de estos animales hizo que los cerdos, como ganado doméstico, fuesen  mal visto en Balmaseda. La relación rata – triquinosis – cerdos era un coadyuvante fundamental de esta enfermedad, así como de la rabia, por lo que las Ordenanzas de la villa prohibían expresamente la posesión de cerdos.

Por su parte, los ríos y arroyos eran especialmente vigilados a fin de evitar la posible  contaminación de sus aguas, ya que éstas eran utilizadas por los vecinos.

La villa tomaba el abasto de agua del arroyo Abedular y del río Kadagua, a la altura del convento; por ello, se reglamentó la zona del río, tanto para las lavanderas como para los curtidores y zapateros, que lavaban y desecaban los cueros.

Tras la Guerra de la Independencia, hacia los años 1820, el sentido de limpieza pública y de higiene daría un gran giro. Se diría que comienza a practicarse una especie de medicina preventiva. Era una previsión planificada desde y por el municipio, que se iría concretando en medidas diversas, según las circunstancias de cada época.
Comenzó este nuevo enfoque con unas pautas dictadas en 1819 por la recién creada Junta de Sanidad sobre cerdos, aguas fecales, solares abandonados, vertederos de basura, etc., señalando además la absoluta necesidad de que los enterramientos se realizasen fuera de las iglesias, para evitar olores e infecciones. Pero, la construcción del nuevo Cementerio no se realizó hasta el año 1850.

Cada vez que había una epidemia, se montaba un cordón sanitario en el que prestaban servicio varios vecinos de la villa y se declaraba Cuarentena en la misma. Estas medidas quedaban trastocadas en épocas de guerra, en las que, debido a la forzada situación y a la movilidad general, la prevención era vana y acababa produciéndose el contagio.

Entre 1880 y 1890, las medidas se harían más estrictas, quedando plasmadas en puntos tan concretos como la inspección de la carne del matadero por medio de un microscopio y un laboratorio químico que analizara los artículos de abacería, así como los licores, la creación de un servicio de Barrenderos Municipales, que serían al tiempo basureros;  la organización del Hospital como lugar de reconocimiento de epidemias y la compra de cantidades de cloruro de cal como desinfectante preventivo . Todos  estos acuerdos  se tomaron  entre  1883  y 1890. Así mismo, el cuerpo  de Bomberos   era el encargado de regar  las calles.

Cabe citar que se hizo obligatorio que las casas tuviesen un pozo negro que diera al caño central y se recomendaba la máxima limpieza a diario en el excusado ó wáter , al tiempo que se analizaban las aguas de los manantiales de la villa, así como las de todas las fuentes públicas existentes en el municipio. FIN

Muchas gracias por vuestra atención.¡¡¡¡ 



Gracias a ti por informarnos de manera 

tan amena e instructiva.   




2 comentarios:

  1. Magnífico como siempre. Solo hay un problema...... queremos que sigas mandando artículos de tu variado e interesante repertorio. Gracias

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    1. Así lo haré. Pero de temas mas curiosos y de épocas diversas. Gracias por vuestro cariño y atención. Besos Julia

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