( continuación )
Vamos ahora a reproducir, basándonos en
los puntos en común entre estas dos fantásticas mujeres, algunos fragmentos de
un diálogo ficticio, extraído de un pequeño acto teatral, que escribí hace
algún tiempo.
Rita Levi: (levanta los
ojos del microscopio) y reflexiona en voz alta.
Felizmente el mundo ha cambiado. Cuando
yo era niña no se admitía la inteligencia femenina, y se dejaba a la mujer en
la sombra, cuando muchos hallazgos científicos atribuidos a los hombres los
hicieron sus hermanas, esposas e hijas; pero hoy, hay ya más mujeres que
hombres en la investigación científica. No hay por ello que olvidar el pasado
para no repetir sus errores. ¡Somos las herederas de Hipatia de Alejandría y
aún nos queda mucho por Hacer! En África, ese gran continente olvidado, las
mujeres no tienen el bien de la educación y el conocimiento, y en muchos
lugares sufren la violencia del varón.
Habla una niña africana:
Soy una adolescente de 12 años y vivo en
Camerún. En invierno mi madre se afana buscando leña. En verano mi madre se
afana por el agua. Todo el año se afana por el arroz. El nombre de mi madre es
afán.
Entra en escena María Zambrano
Yo no he dedicado mi vida a la ciencia,
como tú Rita, sino a la filosofía, y sería largo de explicar por qué los
hombres han negado, y niegan aún en muchos puntos del planeta, el ser a
la mujer. Durante siglos las mujeres en Occidente han vagado en los linderos de
lo humano sin lograr un ser propio. Sólo en su dependencia al varón la mujer
lograba ser y sentido; pero los hombres han estado equivocados. El pensamiento
no tiene género y, si lo tiene, es neutro, por más allá y no por más acá de la
diferencia entre hombre y mujer. Así lo siento yo de forma espontánea. Nunca he
sentido que el pensamiento fuera masculino. Yo no he podido hacer otra cosa en
mi vida que tener la paciencia sin límites de vivir pensando; aunque reconozco
que me he quedado a mitad de camino, he ido hasta donde he podido llegar. El
pensamiento ha de ser humilde, aceptando, eso sí, la verdad, nos lleve donde
nos lleve.
Rita Levi.
Yo también he hecho lo que he podido. No
he dejado de investigar el cerebro, esa galaxia fascinante, a lo largo de toda
mi vida. Mira, María, acércate a este microscopio. ¿No ves la galaxia? ¿Esos
miles de de millones de células, agrupadas en poblaciones diferentes y
encerradas en redes aparentemente confusas? ¡Falta tanto por conocer! ¿Sabes
María? El hecho de que esta actividad imperfecta, que ha ocupado mi vida, haya
sido y siga siendo para mí fuente inagotable de placer, me hace pensar que la
imperfección está más acorde con la naturaleza humana que la perfección. Pero
no es sólo una apreciación personal, la ciencia lo refrenda. El cerebro del
mosquito no ha evolucionado en 2000 años porque se encuentra perfectamente
adecuado a su medio; no así el cerebro del hombre, cuya imperfección inicial lo
ha hecho evolucionar.
Zambrano.
Tienes razón, Rita, mucha razón. La
perfección humana, convertiría al hombre en un animal, despojado de libertad y
de esperanza; pero creo que no hay que olvidar que el ideal de perfección se
encuentra en el corazón del hombre, es, no sé, como una especie de avidez que a
veces nos consume, un anhelo que es como la respiración del alma. ¿No crees que
hay que saber tratar con esa avidez que se presenta como un vacío? Yo creo que
ese vacío es metafísico, y que si pretendemos llenarlo en la realidad,
forzándola para que se ajuste a nuestra idea de perfección, aparece la utopía,
el absolutismo y con él, el ídolo, esa máscara vacía que siempre necesita
víctimas.
Rita
¡El ídolo y sus víctimas! Esa ha sido
nuestra historia más reciente. Los que hemos vivido la guerra tenemos aún ante
nuestros ojos la imagen de las filas interminables de las juventudes
hitlerianas dispuestas al sacrificio propio y al sacrificio de los otros por
seguir ciegamente a un líder. ¡Escucha María! ¿No oyes las pisadas? ¿Ese rugido
atronador? ¡Es la guerra que vuelve!
Zambrano.
¡Cálmate Rita! Sí, eran sonidos de
guerra; pero no la nuestra, la que nosotros vivimos. Es otra de las muchas
guerras que, aún hoy, asolan el planeta.
Rita.
Todas las guerras son una sola guerra,
María.
Zambrano.
Sí, tienes razón, Rita, todas las
guerras son una sola guerra. Yo nunca he dejado de pensar en la guerra, en la
existencia cierta de una historia sacrificial en Occidente, en el mundo entero,
diría. Nunca he dejado de pensar en ese momento en que el corazón del hombre se
cierra como una montaña y surge el deseo de matar.
Rita.
Yo tampoco he podido dejar de pensar en
el fanatismo. Los científicos no tenemos el monopolio de la sabiduría; pero
estamos obligados a pensar moralmente. ¡Distinguir entre el bien y el mal es el
más alto grado de la evolución darwiniana.
Zambrano
Pero para eso, Rita, hay que tener una
idea del hombre
Rita
Tienes razón, María. Yo creo que
he comprendido algo a través de mi estudio del cerebro. Su zona izquierda,
donde residen las capacidades emotivas está mucho menos desarrollada que la
zona derecha, donde residen nuestras capacidades racionales. Pienso que es
precisamente en esa zona poco desarrollada donde nacen el fanatismo y la
guerra, porque aún conserva la agresividad del hombre primitivo guiado por un
feroz instinto de supervivencia.
Zambrano
¡Qué interesante¡ Rita, pero ¿no piensas
que quizá ha contribuido a ese escaso desarrollo de la zona izquierda de
nuestro cerebro, el hecho de que el pensamiento occidental se haya olvidado de
desarrollar un saber sobre el alma, capaz de lograr un orden en nuestro
interior?
Rita
Yo creo que es el pensamiento racional
el que nos puede salvar del fanatismo. Somos el homo sapiens y
debemos utilizar nuestro desarrollo racional para buscar la fraternidad entre
los hombres.
Zambrano
Estoy de acuerdo; pero creo que tiene
que ser una razón que tenga en cuenta el sentir. Aparte de por el camino de la
ciencia, el hombre tiene capacidad para captar al realidad a través de
vislumbres e intuiciones. Tú acabas de decir que nuestra naturaleza es
imperfecta, en lo que estoy de acuerdo, pero la mejor forma de asumir nuestra
imperfección es mediante esos saberes del alma que son la humildad, la
esperanza y la capacidad de aceptar lo diferente a nosotros. Eso siempre lo ha
sabido hacer la poesía. La poesía siempre ha sido vivir según la carne.
Habla la poesía
Qué cansados los hombres de seguir
siendo hombres!, de mirarse en espejos
de saberse esqueletos, de esperar a ser
muertos,
de temerse deformes,
de matar y engendrar,
¡Qué cansados los hombres de ser
hombres!
¡Qué cansado está todo de ser nada!
De soñar con ser algo y no ser nada.
¡Qué cansado está todo de ser lodo!
¡Qué cansado está todo!
Y qué ansias de alba tiene el polvo,
Qué ansias de ser alba,
Qué ardores de ser oro tiene todo.
(Alfonsa de la Torre)
Rita
¿Cómo el hombre, pudiendo crear cosas
bellas se arroja en brazos de la destrucción?
Zambrano
Es un momento de oscuridad. La palabra
ya no es viviente. La historia se ha convertido en un lugar indiferente donde
cualquier acontecimiento puede tener la misma vigencia de un Dios absoluto que
no admite la más mínima discusión.
Rita
Pero no hay que perder la esperanza. Hay
que luchar. Mi cerebro tiene más de un siglo, pero no conoce la senilidad. El
cuerpo se me arruga, ¡es inevitable!, pero no el cerebro. Aunque mueran
neuronas, las restantes se reorganizan para mantener las mismas funciones,
¡pero para ello conviene estimularlas. Si mantenemos nuestro cerebro activo, si
nos ocupamos de problemas universales y no sólo de nosotros mismos, nunca se
degenerará. La clave es mantener curiosidades, empeños, pasiones, acciones
altruistas y no olvidar que el mayor grado de la evolución arwiniana es saber
distinguir el bien del mal.
FIN
María Luisa Maillard
Presidenta de AMMU
Biografías editadas por Eila Ediciones
Coordinación Julia Gómez Prieto. AMUBERRIAK