martes, 14 de diciembre de 2021

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Blanca Sarasua


ESTANDARTE *

Stop, de Blanca Sarasua

Poemas para la vida en una búsqueda continua y un deseo de compartir.

Stop, tiempo, detente en el semáforo, / olvídame y no avances hacia mí, /qué te importa esperar sin segundero. / Solicito unos años sabáticos, / dinero negro sin identificar, / que aún tengo que atender a unos asuntos. / Y qué le voy a hacer si me atrae el crepúsculo, siempre / con la promesa / de que vuelva la luz. / Solo la presto. / Caso cerrado. / Stop.


Estos versos retratan todo lo que su autora, la poeta Blanca Sarasua (Bilbao, 1939), quiere transmitir en un especial momento de su vida y los elige porque con ellos trata de marcar el ritmo del libro, porque todavía hay mucho por hacer, y lo hace con ese modo de escribir, con ese lenguaje tan personal, tan lleno de contenido, tan hermoso. «Stop –explica por correo electrónico a Estandarte– es una parada al tiempo. Le retengo en el semáforo estropeando el segundero, para que no cruce y me alcance. Que tenga paciencia, aún hay mucho por hacer».


No tira la toalla, sabe que el tiempo no para, pero pide tregua, que pare el reloj. Una ingenuidad, nos dice: «Ahora que soy consciente de que me queda poco, espero vivir mi tiempo con intensidad. [...]Y esa propina de la vida hay que aprovecharla. La última vez que he renovado el DNI no tenía huellas. Así lo explico en un poema, y termino diciendo: “No hay huellas que delaten? / Vía libre”».

Con Stop, editado por Vitruvio y premiado por la Asociación de Editores de Poesía en 2019, su autora pone al descubierto vitalidad, experiencia y amor por la poesía: «Escribir, vivir con las palabras es mi vida. Ojalá alguien las recoja, y si no, me habrán servido a mí. Sólo puedo agradecer a la poesía todo lo que me ha dado».

Con Stop, editado por Vitruvio y premiado por la Asociación de Editores de Poesía en 2019, su autora pone al descubierto vitalidad, experiencia y amor por la poesía: «Escribir, vivir con las palabras es mi vida. Ojalá alguien las recoja, y si no, me habrán servido a mí. Sólo puedo agradecer a la poesía todo lo que me ha dado».


Blanca Sarasua empezó tarde a escribir y llegó a la poesía, ya con cuarenta años, porque tenía mucho que contar y tiempo para pensar. Tiempo que rescataba los fines de semana al tiempo que su marido pintaba. Él se enfrentaba pincel en mano al caballete y ella sentada en una silla leía. Así empezaron sus primeras ideas con un objetivo fundamental: encontrar la palabra justa.

Desde aquel momento su relación con la poesía se ha traducido en una obra extensa entre la que destacamos Cuando las horas son fuego, El cerco de los pájaros, Ático para dos, Ballestas contra el miedo, ¿Quién ha visto un ambleo?, Rótulo para unos pasos, La mirada del maniquí, Coyunda recia o Música de aldaba (basado en los cuatro golpes de aldaba que inspiraron a Beethoven, ya muy sordo, el comienzo de la Quinta Sinfonía) con la que obtuvo el Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz. También tiene el Ernestina de Champourcín que recibió, muy emocionada, de sus manos cuando esta poeta de la generación del 27 era de edad avanzada.


Pero no son los premios sino la necesidad de compartir la poesía, los sentimientos, la vida con sus altibajos, alegrías y penas lo que impulsa su pluma. Sus libros, explica, son una búsqueda continua, «¿de qué? No lo sé. Esa búsqueda, por agarrarme a algo, la materializo en la poesía, que nunca llega a mí. La comparo en uno de mis libros con un maniquí, con sus ojos pintados al vacío. Así me mira la poesía. Es decir, nunca puedo escribir lo que quisiera, no me deja acercarme a ella. El poema perfecto no existe, siempre es mejorable. Por eso digo siempre que somos aspirantes a poeta, no es un título universitario». Es un aprender continuo, que camina al paso de un proceso de evolución que va espigando lo accesorio con la intención de decir más con menos palabras, llegar al concepto sin demasiados adornos.

En esa búsqueda de perfección han influido poetas, todos muy distintos entre sí, como Federico García LorcaAntonio Machado, Ángel González, José Ángel Valente, León Felipe…. Y novelistas que van desde Gabriel García Márquez hasta Miguel Delibes, sin olvidar, por supuesto, a Miguel de Cervantes. De su admiración por Cervantes nace su poemario Baciyelmo (ed. Biblioteca Nueva, 2013), que debe su título a esa sonora palabra inventada por Sancho Panza. «Un fruto tardío –comenta– por leer el Quijote de verdad. Desde su prólogo –genial, ¡qué miedo tenía de que no gustara su libro!– hasta Vale, su última palabra».


También la música (al fin y al cabo, poesía es ritmo, cadencias, movimiento) acompaña sus versos, modela sus recuerdos. Para ella es el arte más completo, poesía al cubo. Y música es lo que señala el paso, el camino del duelo, la salvación en su maravilloso Adagio para un silencio (Ediciones Vitrubio, 2017), un poemario escrito a lo largo de varios años de dolor, dividido en tres tempos, que se mueven al compás de distintos conciertos y compositores: a Adagio le acompaña el segundo movimiento del concierto número dos para piano y orquesta de Rachmaninov; Andante camina con Mahler y su Sinfonía Titan; y para los versos de Allegro eligió el segundo movimientos de la Sinfonía Patética de Tchaikowsky. Y es al hablar de Adagio para un silencio cuando recuerda que al terminar cada poema ponía la fecha y que, tiempo después, al hacer la recopilación para sacarlos a la luz vio la evolución de sus sentimientos desde el dolor intenso por la muerte, hasta la aceptación que trasluce el poema que cierra el libro, fácil de enlazar con ese canto a la vida que es Stop.

De acuerdo, vida, acepto el trampantojo.
Queda tu brasa como un chal que me acoge
aún sin evaluar.
Estaba en tu oquedad, qué paradoja.
Dejaste tu arbotante sujetando mis horas
y encontré mi equilibrio,
se llama como yo y no lo sabía.
Es solo que no quedan caminos de regreso
y opongo resistencia a tus galeras.
Falta una explicación sobre el caleidoscopio
que ocultan tus argayos.
No discutamos, vida,
no te entiendo y ya está.
Acepto lo que sea,
estoy de acuerdo.


En estos momentos Blanca Sarasua tiene en camino otro libro de poesía y uno de cuentos, porque sabe que hay una historia en cada esquina y la vida se encarga de mostrarlas.


       *FUENTE:

Este artículo ha sido escrito por la bilbaina Maisa Astigarraga en  la prestigiosa revista literaria on line ESTANDARTE.COM

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